Un dato poco conocido sobre la resurrección de Cristo es que los primeros testigos fueron mujeres… y eso rompía todas las normas culturales y legales de la época.
En el contexto del siglo I en el mundo judío y romano, el testimonio legal de una mujer no tenía valor en un juicio. Eran consideradas emocionalmente inestables y poco confiables para certificar un hecho histórico.
Sin embargo, en los Evangelios, las mujeres son las primeras en ver el sepulcro vacío y en recibir el anuncio de la resurrección. María Magdalena, en particular, es la primera en encontrarse con Jesús resucitado.
Este detalle es profundamente significativo. Si la historia hubiera sido inventada por los primeros cristianos para ganar credibilidad, jamás habrían puesto a mujeres como testigos principales. Lo habrían atribuido a Pedro, a Juan o a algún líder masculino. Pero no lo hicieron.
Ese “detalle incómodo” —históricamente poco útil para la cultura de entonces— es uno de los argumentos más citados por algunos teólogos y apologistas modernos como una señal de autenticidad del relato.
La resurrección no se presentó con poder, sino con ternura… a quienes eran descartadas por la sociedad.
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