martes, 19 de agosto de 2025

El Papel Femenino en el Sustento de la Orden del Temple

A lo largo de los Siglos XII y XIII, la Orden del Temple afianzó su lugar como una de las entidades más destacadas de la Europa medieval, distinguida por su organización militar y monástica. No obstante, la contribución de las mujeres a su funcionamiento, aunque notable, ha sido a menudo menospreciada en los análisis históricos. Desde aristócratas que aportaron recursos económicos hasta campesinas que ofrecieron bienes y asistencia, estas figuras femeninas cumplieron roles vitales en la operatividad de la Orden, desafiando las restricciones impuestas por el orden patriarcal de la época. Sin embargo, resulta esencial precisar que las llamadas "Damas Templarías" no formaron una categoría oficialmente aceptada dentro de la los Pobres Caballeros de Cristo. Esta institución, de naturaleza exclusivamente masculina, fundada entre 1118 y 1119, se guiaba por un código monástico basado en los valores de pobreza, castidad y obediencia, arraigado en la tradición benedictina y ajustado en el Concilio de Troyes de 1129, lo que vetaba de manera explícita la intervención de mujeres en sus tareas militares y religiosas principales. Aun así, desde los albores de la Orden, las mujeres forjaron nexos indirectos con los templarios, desempeñando labores de respaldo logístico, administrativo y benéfico que surgieron de forma práctica y adaptada al contexto.

Matilda de Toscan (1046-1115), reconocida por su defensa del Papado y su peso político, estableció un precedente significativo al promover causas religiosas en el siglo XI. Aunque falleció antes de la creación formal de la Orden del Temple, su modelo de generosidad y compromiso con la Iglesia prefiguró el tipo de colaboración entre nobles y proyectos religiosos que luego benefició a órdenes como los templarios. Su influencia, más vinculada a la Querella de las Investiduras (controversias entre el papado y gobernantes laicos), que a las cruzadas, ayudó a consolidar un entorno donde las donaciones de la aristocracia se volvieron clave para iniciativas de esta índole. En el siglo XII, tras su establecimiento y la ratificación oficial en 1129, la Orden se apoyó en donaciones y sistemas de colaboración para fortalecer su presencia en Tierra Santa y Europa. Desde la década de 1130, personalidades como Melisenda, reina de Jerusalén, célebre por su destreza política tras suceder a su padre Balduino II en 1131, destacó como patrocinadora del Temple al ceder terrenos estratégicos, incluyendo parte del palacio real cercano al Templo de Salomón, que sirvió como base inicial de la Orden. Influyente en un entorno dominado por varones, su memoria perdura como un testimonio de autoridad y habilidad diplomática en la Edad Media. De igual modo, Leonor de Aquitania, soberana de Francia y luego de Inglaterra, tomó parte en la Segunda Cruzada (1147-1149), donde los templarios actuaron como escoltas y gestores financieros de la expedición, beneficiándose de la riqueza de Aquitania que ella aportó al esfuerzo cruzado. Estos apoyos económicos resultaban indispensables para la conservación de las encomiendas, y documentos de Inglaterra y Francia revelan que viudas o hermanas de familias benefactoras asumían la gestión de propiedades bajo la dirección de los caballeros. Más allá de la nobleza, mujeres de extracción campesina en áreas como Provenza y Cataluña ofrecían cobijo a peregrinos y provisiones a los templarios, reflejando redes de soporte en zonas limítrofes, mientras relatos musulmanes hacen alusión a mujeres cristianas asistiendo a los cruzados, posiblemente relacionadas con los templarios, aunque sin detalles concluyentes.

En el siglo XIII, estas interacciones se intensificaron, especialmente en la Península Ibérica, donde la Reconquista exigía mayor flexibilidad operativa. Registros históricos señalan la existencia de mujeres en áreas apartadas de las fortalezas templarias, dedicadas a la administración de recursos agrícolas y al cuidado de hospitales. Un caso sobresaliente es Doña Urraca López de Haro, aristócrata castellana, cuyos donativos de tierras y gestión de abastecimiento en campañas contra los almohades entre 1200 y 1220 evidencian una contribución estratégica. En la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), se alude a mujeres ligadas a los templarios en tareas de retaguardia, como la provisión de suministros y la atención a heridos, un hecho que armoniza con la intervención de sanadoras laicas en los campamentos cristianos. Hacia 1230-1250, los hospitales templarios contaban con mujeres para atender a los enfermos, una costumbre extendida aunque no oficializada, mientras las campesinas locales proveían granos y tejidos, elaborando materiales como vendajes. El reglamento templario, que vedaba estrictamente el contacto cercano con mujeres, incluyendo besarlas, bajo amenaza de expulsión, resaltaba el carácter monástico y masculino de la Orden. Sin embargo, la administración de amplias redes económicas y sociales tornaba ineludible su participación, desde donativos y gestión de tierras en el siglo XII (1130-1150) hasta labores en encomiendas y hospitales en el XIII (1200-1250), especialmente en la Península Ibérica. Archivos muestran que damas nobles negociaban tierras a cambio de amparo espiritual o material, mientras las campesinas brindaban alojamiento y esfuerzo físico, a veces recolectando datos en zonas fronterizas. Los documentos de los juicios de 1307-1312, tras la supresión ordenada por Felipe IV, confirman que mujeres colaboraban en hospitales sin participar en los ritos internos, consolidando su naturaleza auxiliar, proyectando tareas domésticas al ámbito bélico. A diferencia de la Orden de Santiago, que incorporó mujeres en conventos vinculados, o la delos Hospitalarios, que estableció una sección femenina tras recibir bienes templarios en 1312, las asociadas al Temple carecían de reconocimiento oficial, lo que generaba ambigüedades históricas. En un contexto paralelo, otro episodio destaca el valor femenino en la Reconquista.

La Orden del Hacha, también conocida como la Orden de las Damas del Hacha, fue una distinción honorífica atribuida al conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, para honrar a las mujeres que protegieron con bravura la ciudad de Tortosa durante el asedio de 1148-1149, un momento crucial de la Segunda Cruzada que finalizó con la capitulación de la ciudad en diciembre de 1148. Una obra del siglo XVI relata cómo estas mujeres asumieron un rol activo en la defensa frente a un presunto contraataque tras la conquista inicial, en un momento de escasez de combatientes masculinos, muchos heridos o retornando de los frentes. Aunque las pruebas directas son escasas, esta historia pudo surgir de tradiciones orales que magnificaban su participación en tiempos de crisis, empleando herramientas como hachas, azadas y lanzas improvisadas, adaptadas al entorno bélico. A diferencia de los templarios, marcados por votos y jerarquías, esta orden se caracterizaba por su exclusividad femenina y su carácter simbólico, sin indicios de ser una institución formal. Además, estas mujeres ejercieron labores de caridad y cuidado de heridos, alineadas con virtudes cristianas como la lealtad y la fortaleza, convirtiéndose en un pilar comunitario. Su importancia histórica se desvaneció entre los siglos XIII y XV, pero perdura como emblema de coraje femenino en el escudo de Tortosa y recreaciones actuales, resonando como testimonio de su valía en la Reconquista, en contraste con el sostén logístico de las asociadas al Temple. En Escocia, tras 1312, mujeres de clanes locales resguardaron propiedades templarias, perpetuando su herencia material, mientras viudas inglesas reclamaban terrenos donados, subrayando su impacto económico.

En conclusión, la participación femenina en la Orden del Temple, aunque secundaria, resultó indispensable, apuntalando su operatividad desde el siglo XII hasta el XIII, especialmente en la Península Ibérica. Sin formar parte de su estructura militar ni religiosa, estas mujeres, nobles y campesinas, dejaron una huella significativa en su influencia histórica, desafiando las limitaciones de género medievales. Este legado de valentía encuentra un reflejo en figuras como Juana de Arco, quien en el siglo XV (1412-1431), en un periodo muy posterior y desvinculado del Temple, se erigió como emblema del coraje femenino al encabezar ejércitos en la Guerra de los Cien Años. Su ejemplo ilustra cómo los aportes femeninos, ya sea en el sostén logístico o en el liderazgo militar, han enriquecido la historia medieval, mereciendo un reconocimiento destacado.

Dadme una generación de buenas madres cristianas y cambiaré el mundo. - San Juan Crisóstomo

Mientras que la disponibilidad de internet hace posible descubrir muchas cosas positivas, aprender sobre Dios y los Padres Santos, la vida de los santos, etc, también trae a nuestro alcance la disponibilidad del pecado.

La misma entidad que lucha contra Cristo y que alienta el pecado ha manipulado con éxito la religión donde ahora muchos llamados sacerdotes están bendiciendo pecando, sin condenarla. Están discutiendo intencionalmente el perdón de pecados mientras ignoran la parte de la ecuación "no más pecado".

"Dios no nos pide nada más a nosotros los humanos excepto que no pecemos. Y esto no es obra de la ley, sino la inquebrantable guardia de nuestra imagen y nuestro honor desde lo alto. Al mantenernos firmes en estas cosas conforme a nuestra naturaleza, y por llevar la vestimenta radiante del Espíritu, permanecemos en Dios y Dios en nosotros - siendo dioses e hijos de Dios por adopción, marcados con la luz del conocimiento de Dios." - San Simeón el Nuevo Teólogo

Como pobres soldados de Cristo es nuestro deber traer la luz a las tinieblas, diciendo la verdad a toda costa. Debemos ser el ejemplo que otros quieren seguir.

"El alma que ama a Dios se convierte en una llama que ilumina el camino para otros en la oscuridad de este mundo. - Elder Sofian Boghiu

Debemos luchar contra el pecado con todas nuestras fuerzas y pedir ayuda a través de la oración para tener éxito.

“Los santos son como Jehová, pero también lo son todos los que guardan los mandamientos de Cristo; pero los que viven conforme a sus propias pasiones y no se arrepienten son como el diablo. - San Silouán la Atonita

¡Aléjate del pecado/abominaciones! ¡Di la verdad! ¡Mantente cerca de Dios! ¡Deus Vult!


+ Lectura de la Biblia/Escrituras

"7 Así que, cuando continuaron preguntándole, se levantó y les dijo: El que está libre de pecado entre vosotros, que arroje primero una piedra contra ella.

8 Y otra vez se inclinó, y escribió en el suelo.

9 Y los que lo oyeron, siendo condenados por su propia conciencia, salieron uno a uno, comenzando por el mayor, hasta el último; y Jesús quedó solo, y la mujer de pie en medio.

10 Cuando Jesús se levantó a sí mismo, y no vio a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los acusadores tuyos? ¿Nadie te ha condenado?

11 Ella dijo: No hombre, Señor. Y Jesús le dijo: Ni yo te condeno; ve, y no peques más.

12 Entonces Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. "

San Juan 8,7-12