viernes, 12 de septiembre de 2025

Debora

LA PROFÉTISA Y JUEZA DE ISRAEL (Jueces 4–5).

En tiempos donde los hombres dudaban, una mujer se alzó con claridad, fe y valentía, no con espada, sino con palabra de fuego y dirección firme.

Israel había caído en la opresión del rey Jabín, y su comandante Sísara, un hombre temido. El pueblo clamaba, pero nadie se atrevía a liderar. Nadie… excepto Débora, una mujer que juzgaba con sabiduría bajo una palmera.

Ella llama a Barac, el jefe militar, y le dice con firmeza:

“¿Acaso no te ha mandado el Señor a atacar a Sísara? Dios entregará al enemigo en tus manos.”

Pero Barac duda. Y dice:

“Iré… solo si tú vienes conmigo.”

Débora acepta, pero declara:

“Iré contigo. Pero la gloria no será tuya. Dios entregará a Sísara en manos de una mujer.”

Y así ocurre: Israel vence, y Sísara, huyendo, se refugia en la tienda de Jael, una mujer. Ella le da leche, lo cubre… y cuando duerme, lo mata con una estaca.


¿QUÉ ENSEÑA ESTA HISTORIA?

– Que la voz de Dios puede venir por boca de mujer… y no menos poderosa.

– Que el liderazgo no siempre es espada, sino decisión y claridad cuando otros tiemblan.

– Que cuando un hombre duda, Dios puede usar a una mujer sin temor.

– Y que la victoria no se basa en fuerza, sino en obedecer la voz del cielo, sin importar de dónde venga.

Débora no fue reina, ni guerrera.

Fue más: fue profetisa y madre de su pueblo.

Una voz que se mantuvo firme…

cuando todos los demás callaban...